NAHIA
El pasillo parece retorcerse a mi alrededor, cerrándose como una mandíbula de acero.
Tropiezo.
No sé si es el suelo el que tambalea o soy yo.
Quizás ambas cosas. Quizás el mundo entero se ha puesto a inclinarse, a deslizarse, a hundirse en silencio.
Camila habla. Creo que habla. Veo su boca moverse, sus ojos gritar, sus manos agitarse en el vacío. Me lanza palabras como se arroja una cuerda a una ahogada. Pero no puedo atraparlas.
Todo está demasiado lejos.
Demasiado tarde.
Mi teléfono vibra entre mis dedos.
La pantalla se ilumina.
Un rectángulo de luz fría.
Una frase. Cuatro frases.
Nada más.
Pero me desgarran.
: Si quieres volver a ver a tu madre viva, regresa a casa.
Un conductor te está esperando.
Te quiero aquí en 30 minutos.
Y sola.
Me quedo congelada.
Mis manos se aprietan.
La pantalla tiembla, o quizás soy yo.
Vuelvo a leer. Y otra vez. Como si al leer, las palabras pudieran deformarse, ceder, confesar que no son más que una ment