Cuando la pintora se quedó completamente sola, arrojó todo el peso de su cuerpo sobre el respaldo del sofá totalmente desinflada y con un sabor agridulce en todo su ser. No podía ser que Alan pudiera producirle sentimientos tan antagónicos, y por un momento se arrepintió de la estrategia que había utilizado, aunque ya era tarde.
Lo único que la podría regresar a su eje luego de aquel intenso día, era pintar. Así que decidió ir hacia su atelier y encerrarse hasta lograrlo. Tomó un lienzo en blanco y comenzó a trazar algunas líneas con tiza negra para luego pintarlas. Hasta que no finalizó, no se alejó del cuadro y al hacerlo se dio cuenta de lo que había pintado, no era para nada su estilo.
Un atardecer con sombras chinescas simulan