Capítulo 8
He estado trabajando en mi florería en Richmond por más de un mes.

Mañanas serenas, calles silenciosas, el aroma a rosas frescas y lavanda… este era el tipo de vida que siempre había querido, pero nunca había tenido.

Garrick y la pequeña Cici pasaban a verme de vez en cuando.

Ella corría entre las macetas, riendo y rozando los pétalos con sus deditos como si fueran sus amigos.

Y Garrick siempre traía consigo una energía tranquila y amable. A diferencia de Finn, él no intentaba adueñarse del lugar en cuanto entraba.

Creí que aquí podría pasar desapercibida. Solo yo, mis flores y mi paz. Entonces sonó mi teléfono. Vi el nombre en la pantalla, Papá, y sentí una presión sobre mis hombros.

Respondí con un suspiro.

—Hola, papá.

Su voz sonaba cortante y molesta, como siempre.

—¿Qué está pasando contigo y con Finn? Me dijo que no sabe nada de ti desde hace semanas. Jillian, eres madre. No puedes andar con estas niñerías y desaparecer como si nada.

Ahí estaba. El sermón. Siempre a favor de Finn
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