La casa, ahora silenciosa, parecía contener el aliento tras el acto de Lucas. El sello completo, brillando débilmente en el sótano, proyectaba una luz suave pero extrañamente inquietante sobre las paredes adornadas con grabados. Todo el grupo percibía un cambio sutil en el ambiente: una tensión diferente, una expectación.
El grupo subió lentamente hacia la planta baja, sus pasos vacilantes resonando en los oscuros pasillos. Se sentaron alrededor de la mesa en la sala, cada uno evitando la mirada del otro, absorto en sus propios pensamientos. El cansancio, el peso de las pérdidas y lo desconocido se cernían como una sombra invisible.
Finalmente, Alice rompió el silencio, con una voz cortante pero teñida de emoción: – ¿Eso es todo? ¿Se supone que ha terminado? Porque para mí, nada ha cambiado. Esta casa... todavía nos retiene aquí.
Mathias, con las manos sobre las rodillas, asintió lentamente y dijo: – La luz del sello era diferente, pero queda una pregunta. Si todo lo que hemos hecho e