El salón estaba sumido en un silencio asfixiante. Las palabras intercambiadas en las últimas horas habían dejado huellas, y el agotamiento se reflejaba en todos los rostros. Pero a pesar del cansancio, un sentimiento de urgencia recorría al grupo. Sabían que cada momento pasado allí acercaba a la casa a su cometido y a ellos a su perdición.
Lucas, de pie junto a la mesa, fijaba la vista en los grabados mostrados en la pantalla de la cámara de Mathias. Parecía querer descifrar algún sentido, alguna lógica, pero los símbolos desafiaban toda interpretación racional. —Estos grabados… no son simples dibujos. Representan algo —declaró—. Quizás una puerta, o un… pasaje.
Alice, sentada junto a Mélanie, cruzó los brazos con una mirada sombría. —¿Un pasaje? ¿Y hacia dónde, Lucas? ¿Hacia el lago? ¿Hacia algo peor?
Lucas ignoró su tono cínico y se volvió hacia Léa, quien había permanecido en silencio. —Léa, dijiste que esos símbolos te resultaban familiares. Debes contarnos más. Si al mirarlos sie