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Capítulo 14: Entre las Sombras

El grupo permaneció inmóvil en la sala, con las emociones a flor de piel. La bajada al sótano había abierto una nueva grieta en su ánimo, y Mathias, aún sacudido por su encuentro con la sombra, luchaba por recuperar el aliento. Mélanie, sentada junto a Hugo, trataba de contener sus temblores, pero el silencio opresivo de la casa solo empeoraba su estado.

Alice observó a Mathias con una mirada llena de inquietud. — Mathias… ¿qué te mostró? — murmuró. — Estabas hablando de visiones, del lago… Debes contarnos lo que sabes.

Mathias levantó la cabeza con dificultad, con las manos crispadas sobre sus rodillas. — No fue claro… Fue como si la casa me mostrara fragmentos de recuerdos, cosas que sucedieron aquí, cerca del lago. Pero… había una energía, una fuerza que impregna este lugar desde hace mucho tiempo. Y no es natural.

Lucas, de pie junto a la chimenea, frunció el ceño. — ¿Quieres decir que esta casa… este lago… están embrujados? ¿Pero por qué nosotros? ¿Por qué ahora?

Mathias negó suavemente con la cabeza. — No lo sé. Pero siento que esta fuerza… se intensifica. Lo que hemos visto hasta ahora es solo el comienzo.

Mélanie, con voz temblorosa, se levantó bruscamente. — Me niego a quedarme aquí esperando a que nos mate uno por uno. Tenemos que irnos. No importa cómo, pero… tenemos que salir.

Lucas cruzó los brazos y dejó escapar un suspiro nervioso. — Mélanie, no podemos irnos así. Estamos rodeados de bosques y esta casa… controla todo lo que nos rodea. Incluso si llegamos a salir, nada garantiza que el peligro se detenga.

Alice se acercó a Lucas, con los ojos llenos de una ira contenida. — ¿Y quedarnos aquí es más seguro, quizás? Tú mismo lo viste, Lucas. Esta casa juega con nosotros. Si no actuamos, nos destruirá.

De repente, un golpe sonoro retumbó contra una ventana, interrumpiendo su conversación. Todos se volvieron bruscamente, con el corazón latiendo a mil por hora. Hugo, que acababa de recobrar el conocimiento, gruñó suavemente: — ¿Qué… qué está pasando?

Mélanie corrió hacia él, con lágrimas en los ojos. — Hugo… ¡estás despierto! ¿Estás bien? Nos has asustado tanto.

Hugo se pasó una mano por la cabeza, frunciendo el ceño. — No lo sé… Todo es confuso. Pero… me acuerdo de ella. Esa falsa Léa. Me… atacó, murmuró.

El golpe contra la ventana se repitió, esta vez más fuerte, como una advertencia. Lucas se acercó lentamente a la ventana, sosteniendo temblorosa su lámpara de aceite y apartando ligeramente la cortina. — ¿Qué…? — murmuró.

Afuera, junto al lago, una silueta masiva e indistinta se erguía inmóvil. Parecía observar hacia la casa, y su presencia opresiva hizo estremecer a Lucas. — Hay algo… en la orilla del lago —dijo, con voz temblorosa.

Alice corrió a su lado y, mirando también por la ventana, notó que la sombra carecía de forma fija, como si oscilase entre distintos estados. Pero lo más inquietante era su mirada invisible… Se percibía que los estaba observando. — Ella espera… — murmuró Alice —. Y no sé por qué, pero espera algo de nosotros.

Mathias, quien poco a poco había recobrado fuerzas, se levantó con dificultad. — Este lago está en el centro de todo. Lo he visto en mis visiones. Y si queremos entender lo que ocurre aquí, tendremos que ir hasta él.

Mélanie negó con la cabeza con firmeza. — No. Ni pensarlo. No me acercaré a ese lago. Habéis visto lo que sucede con esta casa. Ese lago… será peor.

Lucas puso una mano sobre su hombro. — Mélanie, sé que da miedo, pero quedarnos aquí solo empeorará las cosas. Mathias tiene razón. Este lago está conectado con todo lo que nos ocurre. Si queremos tener una oportunidad, debemos descubrir lo que oculta.

Alice, aunque aterrorizada, asintió. — Debemos mantenernos unidos. Si vamos a hacer esto… lo haremos juntos.

Hugo, aún pálido, gruñó mientras se enderezaba. — De acuerdo… pero si algo intenta atacarnos, quiero estar preparado. No voy a permitir que me engañen de nuevo.

El grupo se preparaba para salir, aunque el miedo casi los paralizaba. Cada uno sabía que aventurarse cerca del lago era arriesgado, pero también eran conscientes de que quedarse en la casa sería fatal.

La verdadera Léa, que había permanecido en la sombra, los observó por un instante antes de murmurar: — Este lago… siento algo. Como si una parte de mí supiera lo que oculta. Y eso me aterra.

El grupo se alistaba para abandonar la casa, aunque ninguno parecía realmente preparado para enfrentar lo que sabían que les esperaba al borde del lago. La luz vacilante de la lámpara de aceite daba a sus rostros un tinte fantasmal, y los susurros que emanaban de las paredes parecían empujarlos hacia afuera, como si una fuerza invisible los obligara a irse.

Lucas, sosteniendo la lámpara de aceite, se volvió hacia Mélanie, quien aún estaba petrificada junto a Hugo. — Mélanie, quédate aquí con Hugo. Cierra la puerta y no dejes entrar a nadie, salvo nosotros. Si sucede algo… haz ruido. Volveremos pronto.

Mélanie asintió, aunque visiblemente temblaba. Tomó un viejo atizador que se encontraba junto a la chimenea, como si eso pudiera protegerla. Hugo, medio recobrando el conocimiento, murmuró débilmente: — No… tomen riesgos.

Léa se encontraba en la entrada, con la mirada fija en el exterior, como si ya percibiera la presencia del lago. Alice, aunque visiblemente afectada, se acercó a su lado con determinación. — Si algo sucede, nos mantendremos juntos —dijo Alice con voz firme—. Nadie se alejará.

Mathias se ajustó torpemente, sujetando su cámara contra él. — Debemos entender este lago. Las visiones que he tenido… estaban demasiado borrosas para tener sentido. Pero hay algo allí. Algo que la casa no quiere revelar tan fácilmente.

Lucas se volvió hacia el grupo, con el rostro serio. — Entonces, vayamos. Y pase lo que pase, mantengan la calma.

La puerta se abrió lentamente y una brisa fría acarició sus rostros, acompañada de un silencio aplastante. El paisaje exterior parecía detenido, como si incluso la naturaleza hubiera dejado de respirar. Avanzaron con cautela, iluminados únicamente por la lámpara de aceite y la tenue luz de la linterna de Mathias.

Cada paso en el bosque sonaba con más fuerza de lo normal, como si la casa, aun a distancia, los siguiera. Los majestuosos árboles proyectaban sombras extrañas, y el suelo bajo sus pies se volvía cada vez más húmedo y pesado a medida que se acercaban al lago.

Alice murmuró, mientras escudriñaba los alrededores con la mirada. — ¿Lo sienten? Como si el aire se volviera más denso.

Mathias asintió, iluminando un camino frente a él. — Es el lago. En mis visiones… el aire era igual, asfixiante, pero lleno de vida.

De repente, Léa se detuvo bruscamente, con los ojos fijos en una forma indistinta que se proyectaba frente a ellos. — Allí… — dijo suavemente —. Hay alguien… o algo.

Lucas levantó la lámpara, iluminando una silueta que parecía estar de pie junto al agua. Aunque inmóvil, su presencia era abrumadora, casi insoportable. El grupo quedó paralizado, incapaz de moverse. Alice avanzó ligeramente, aunque su corazón latía frenéticamente. — ¿Quién… quién está ahí?

La silueta, aunque borrosa, pareció volverse hacia ellos. Pero cuando se acercaron, se evaporó de repente, como una sombra arrastrada por el viento. Mathias, sosteniendo su cámara, gruñó. — No quiere que la veamos. Este lago oculta algo… pero aún no está dispuesto a mostrárnoslo.

Léa, con la mirada fija en el agua oscura, murmuró: — La casa… este lago... están conectados. Pero, ¿por qué? ¿Por qué todo parece girar a nuestro alrededor?

Lucas se acercó al agua, aunque dudó en aproximarse demasiado. — Hay algo bajo esa superficie. ¿Lo sienten? Este lago… no está simplemente 'allí'. Tiene una presencia.

De repente, una ondulación rompió la superficie del lago, un movimiento demasiado preciso para ser causado por el viento. Alice retrocedió instintivamente, gritando: — ¡Se mueve! ¡Hay… algo debajo!

Mathias apuntó con su linterna, pero el agua se cerró rápidamente, ocultando lo que acababa de suceder. El silencio opresivo volvió, pero se pudo sentir la energía del lago. Lucas se volvió hacia los demás, con las manos ligeramente temblorosas. — Si este lago está vivo… o controlado por esta casa… entonces debemos saber más. Pero no ahora. Tenemos que prepararnos.

Léa, aún ausente, murmuró una frase que solo Mathias pudo oír. — Este lago… me habla.

Mathias se volvió hacia el grupo, con una expresión seria. — Entonces, vamos. Y pase lo que pase, no pierdan la calma.

La puerta se abrió lentamente y una brisa fría acarició sus rostros, acompañada de un silencio aplastante. El paisaje exterior parecía congelado, como si la naturaleza misma hubiera dejado de respirar. Avanzaron cautelosamente, iluminados únicamente por la lámpara de aceite y la tenue luz de la linterna de Mathias.

Cada paso en el bosque resonaba con más fuerza de la debido, como si la casa, aun a distancia, los siguiera. Los enormes árboles proyectaban sombras extrañas y el suelo bajo sus pies se volvía más húmedo y pesado al acercarse al lago.

Martina

Queridos lectores, en este capítulo "Entre las Sombras" me sumergí en un mundo de lo inexplicable y lo oscuro, explorando las emociones más intensas que surgen cuando los personajes se enfrentan a sus propios miedos y a la presencia inevitable de lo sobrenatural. Este episodio nace de la idea de que, en medio de la adversidad, cada sombra esconde no solo un peligro, sino también fragmentos de nuestra historia y de aquello que aún nos aguarda. Los invito a adentrarse en esta atmósfera cargada de suspenso y misterio, donde cada susurro, cada temblor y cada silencio tienen un significado profundo. Espero que, al leerlo, sientan tanto la tensión como la esperanza que intenté plasmar, y que descubran en estos momentos oscuros la semilla de una posible luz. ¡Gracias por acompañarme en este viaje! Sus comentarios y reflexiones siempre enriquecerán esta experiencia compartida. Con aprecio,Martina

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