Había pasado una noche horrible.
Cuando anoche llegó esa notificación a mi celular, las farmacias ya estaban cerradas, y no pude comprar un test. Intenté dormir, pero el miedo me carcomía. Me revolvía en la cama una y otra vez, imaginando cada posible escenario, cada reacción… la de Phillip, la de mi madre, la mía.
¿Y si era cierto? ¿Y si estaba embarazada?
El estómago se me apretaba solo de pensarlo. No porque no quisiera tener un hijo algún día… sino porque ahora no era el momento. No tenía nada que ofrecerle. Phillip y yo apenas habíamos aclarado nuestros sentimientos y nos encontrábamos en el limbo. Era demasiado pronto, demasiado confuso.
Me levanté antes de que amaneciera por completo, sin cambiarme el pijama. Carla seguía dormida, así que salí en silencio, con pasos lentos para no despertarla, y caminé unas cuadras hasta la farmacia más cercana, que abría temprano. Compré el test con manos temblorosas, sintiendo que todo el mundo me observaba, aunque nadie realmente lo hacía.
D