Si por fuera la casa de Ignacio ya se veía enorme, por dentro confirmé mi sospecha. Más que una casa, parecía una mansión de gente rica. Al entrar, observé todo con los ojos bien abiertos y una sonrisa en los labios, ya que no solía frecuentar sitios así.
Me sentía tan viva al estar rodeada de tantas personas, que un cosquilleo enorme se instaló en la base de mi estómago. Fue entonces que lo entendí: ya no era la misma Francisca de antes. Claro que no. Desde que Rick se había ido de mi vida, yo era otra persona, por muy ridículo que sonara. Su traición aún dolía en lo más profundo de mi corazón, sí, pero eso no era motivo para derrumbarme. Al contrario, era razón suficiente para levantarme con más fuerza, con la frente en alto, y continuar con mi vida.
—¿Puedo preguntarte algo, Fran? —Kat me miró directamente a los ojos mientras nos adentrábamos entre los invitados. Asentí con la cabeza, justo cuando, de reojo, veía a Guru y Phillip caminar junto a nosotras.
—¿Quieres una cerveza? —pr