—Te espero aquí —mencionó Jack mientras se acomodaba en mi sillón con total confianza.
Asentí hacia él y me dirigí hacia las escaleras de mi casa para ir a mi habitación.
—Claro, siéntete cómodo —dije con diversión—. No tardaré mucho —mentí, porque la realidad era que hace años no iba a una fiesta y tendría que dar vuelta mi clóset en búsqueda de algún outfit de ropa que se ajuste a la ocasión.
—¿Puedo tomar un café mientras te espero? —preguntó sabiendo muy bien que me tardaría un poco más de lo habitual.
—Estás en tu casa, amigo —le sonreí.
Subí las escaleras mientras escuchaba a lo lejos como Jack encendía mi cafetera. Me miré de reojo en el espejo de mi habitación y sonreí al ver un brillo especial en mi reflejo. Desde que había dejado a Rick mi cuerpo y rostro hablaban por sí solos, ahora me veía diferente, cómo si el hecho de dejarlo me hubiera quitado años de encima.
Abrí el closet y miré con ojo clínico entre toda mi ropa, rogando encontrar algo que me hiciera sentir linda y cómoda para ir a una fiesta con mis amigos.
Tomé un perchero del cual colgaba un lindo vestido negro ajustado y con solo mirarlo negué con la cabeza, pues sabía que no me sentiría a gusto con un vestido así. Definitivamente tenía que ir con jeans y una blusa linda, por lo que busqué una que hace mucho no me ponía, era de color rojo y tenía las mangas en forma de globo, me encantaba, por lo que para acompañarla decidí usar un jeans negro ajustado básico. No quise excederme con el maquillaje, por lo que solo retoqué el que ya tenía y luego peiné mi cabello liso, para finalizar todo con un toque extra de mi perfume favorito.
Las notas de almizcle y vainilla inundaron el ambiente, logrando relajarme. Cuando sentí que estaba lista para partir, me di una última mirada al espejo y sonreí ante el resultado, pues no era nada extravagante, pero al mismo tiempo me sentía muy linda y cómoda.
—¡Jack, estoy lista! —chillé a todo pulmón mientras tomé una cartera pequeña y guardé mi celular en el interior.
Bajé las escaleras y no me sorprendí al ver a mi mejor amigo atorado con un paquete de galletas de limón y con una taza de café en la otra mano.
—Vale, yo también lo estoy. Eso sí, te robé un par de galletas... —me sonrió de lado y yo solo negué con diversión mientras Jack fue a dejar todo a la cocina. Aprovechando el tiempo revisé mi celular y rápidamente me puse al día con los mensajes que tenía pendientes de mis padres—. ¿Qué ves? —preguntó Jack con curiosidad, acercándose a mí.
—Mis padres preguntan cuándo iré a verlos —susurré a la rápida sintiendo un dolor de estómago al recordar que ellos no sabían sobre mi nuevo estado sentimental, y que probablemente no lo tomarían muy bien, ya que aunque no veían a Rick con frecuencia, ellos le guardaban mucho cariño al ser mi relación sentimental más larga y estable. Además, él siempre había aparentado ser el mejor novio frente a ellos, por lo que mis padres no tenían motivos para no quererlo. Mi error fue nunca decirles nada sobre lo que realmente pasaba entre Rick y yo, por ejemplo, sobre su afán por aislarme de todos, incluido Jack.
—Pues… si quieres vamos mañana, ya que no hay clases en la Universidad —sugirió mi amigo con una sonrisa en los labios.
—No lo sé, Jack… —murmuré reacia—. Aún no les he contado que Rick y yo terminamos. No sé cómo van a tomarse nuestra ruptura y no quiero que me juzguen.
—Entiendo —musitó mi amigo. Jack siempre era capaz de leer entre líneas mis expresiones, por lo que esta vez no fue la excepción y antes de que me largara a llorar por la frustración, él tomó mi mano y me arrastró hacia la salida de mi casa—. ¿Sabes? eso es algo que hablaremos luego, porque nuestros queridos amigos nos están esperando y hay un cumpleaños por celebrar.
—Está bien —sonreí con agradecimiento y suspiré mientras me dejaba llevar por Jack.
Hice a un lado aquellos pensamientos negativos, pues en algún momento debería contarles la verdad a mis padres y era consciente que su reacción no cambiaría en nada el presente de mi situación sentimental. Si ellos no estaban de acuerdo, tendrían que aceptarlo, porque no había ninguna posibilidad de que Rick y yo volviéramos a estar juntos.
Mi relación con Rick ya era cosa del pasado, eso era un hecho, y mis padres deberían saber enfrentar esa realidad.
(...)
El trayecto hacia la fiesta estaba resultando sorprendentemente relajante. Me sentía tan cómoda junto a mi mejor amigo, que casi había olvidado cómo solían ser nuestras conversaciones. A veces absurdas, otras profundas, y muchas simplemente sin sentido… pero siempre nuestras. Esa variedad era lo que más me gustaba de nuestra amistad de tantos años: la confianza inquebrantable entre nosotros y el hecho de que nunca nos faltaban temas para hablar.
—Hay algo que aún no te he contado, Caracolita —murmuró Jack de pronto, llamando mi atención, pero con la vista fija en la carretera. Su tono era bajo, como si dudara de si debía decirlo en voz alta.
Lo observé con atención, captando algo diferente en su expresión. Asentí con la cabeza, dándole espacio para continuar.
—Te escucho. Nunca es tarde —sonreí.
—No pienses que no te lo conté por falta de confianza o algo así... —añadió, soltando un suspiro que parecía pesarle—. Es solo que me da un poco de vergüenza.
A pesar de que la noche ya comenzaba a envolvernos, alcancé a notar el leve sonrojo en sus mejillas. Me provocó una ternura inmensa, pues Jack solía ser muy expresivo en cuanto a sus emociones.
—Dímelo, Jack. No te avergüences —le dije con suavidad—. Sabes que puedes contarme lo que sea, no voy a juzgarte.
—Sí… —repitió, como si necesitara convencerse a sí mismo—. Hay una chica que me gusta mucho. Hace ya un tiempo que empecé a sentir algo por ella...
—¿Quién es? —pregunté de inmediato, sin poder evitar la emoción. Aquello era todo un acontecimiento: a Jack rara vez le gustaba alguien de verdad—. ¿Cómo se llama?
Tenía mil preguntas más a punto de salir, pero me contuve. No quería invadir su espacio, y prefería dejar que él compartiera las cosas a su ritmo.
—Se llama Carla, y hemos estado saliendo un tiempo... en plan de amigos —dijo con una sonrisa ladeada que me hizo sonreír también—. Pero yo... yo no quiero ser solo su amigo.
—Wow... ¡Eso es genial, Jack! —respondí con total sinceridad, y al mismo tiempo, en mi interior, recé para que esa tal Carla fuera una buena persona, alguien que supiera valorar el corazón de oro que tenía mi mejor amigo.
—Sí… de hecho, estará hoy en la fiesta —añadió, casi en un susurro.
—Eso quiere decir que la conoceré —comenté, ya sintiendo una curiosidad inevitable.
—Sí, solo intenta no avergonzarme —dijo, rodando los ojos con un fastidio fingido.
Le saqué la lengua con una sonrisa cómplice y él soltó una risa que llenó el auto de esa calidez tan nuestra, esa que solo existe entre quienes han compartido media vida juntos.
Luego de aquella confesión, nos quedamos en silencio un par de minutos, y por mi cabeza pasaron un millón de cosas. Una de ellas fue la reciente conversación telefónica con mis padres y lo mucho que me angustiaba tener que contarles sobre mi reciente ruptura. No solo por cómo podrían reaccionar, sino porque al hacerlo me obligaría a revivir ese momento tan doloroso en el que descubrí que Rick me era infiel… con su mejor amiga.
Justo cuando estábamos llegando a la casa de Ignacio, el cumpleañero, sentí vibrar mi teléfono. Abrí mi pequeña bolsa para sacarlo y noté que era un número desconocido. Me pareció extraño, pero aun así contesté, aunque con cierta desconfianza.
Grave error.
—Hola. ¿Con quién hablo? —pregunté, dudosa, porque casi nunca contestaba llamadas de números que no conocía.
—Francisca, por favor no me cortes —Rick habló tan rápido que tardé un segundo en procesar que era él.
—Mierda… —susurré, hastiada. Fruncí el ceño por reflejo y, sin pensarlo dos veces, terminé la llamada y bloqueé el número desde el que me llamaba.
—¿Quién era? —preguntó Jack, mirándome con curiosidad.
—Rick —respondí con fastidio—. Es la segunda vez en el día que me contacta. Insiste en que debemos hablar, pero yo no tengo nada que hablar con él.
Guardé mi celular de nuevo bajo la atenta mirada de mi mejor amigo. Después de unos segundos, él simplemente sonrió.
—Eres increíble…—susurró—. Me sorprende que seas capaz de tratarlo así después de todo lo que lo quisiste.
Mientras estacionaba frente a una enorme casa que supuse era la de Ignacio, lo miré de reojo.
—Bueno… no te voy a mentir, todavía tengo sentimientos por él —suspiro con pesar—, pero también sé que no es tan perfecto como yo pensaba. Y aunque me duela, estoy decepcionada de su forma de ser. La verdad es que, por más que quisiera, no podría volver con él. Siento que sin él estoy recuperando una parte importante de mí que había perdido.
Solté un suspiro con esa última frase.
Todo esto me dolía como la m****a. Me sentía traicionada, engañada, y rota por dentro. Estaba fingiendo fortaleza, aparentando haber superado a mi ex, cuando en realidad no tenía ni puta idea de cómo hacerlo. Pero Jack, como siempre, colocó una venda en mi corazón herido.
—Lo mejor es que ya te diste cuenta. Ese es el primer paso, Fran.
Guardé silencio, tragando saliva con fuerza para reprimir las lágrimas que se me atoraban en la garganta. Estaba decidida a no volver a llorar por Rick. Él no merecía ni una sola lágrima más, y menos que me arruinara una noche con mis amigos.
—Creo que hay un cumpleaños por celebrar —musité con voz un poco quebrada, pero con total convicción.
Jack y yo bajamos del auto y caminamos hacia la enorme casa frente a nosotros. Desde lejos se escuchaba música y, en la entrada, dos chicos se reían a carcajadas. A medida que nos acercábamos, la música vibraba con más fuerza, y mi ansiedad crecía: hacía mucho que no iba a una fiesta.
Cuando llegamos, no me sorprendió que los chicos saludaran a Jack como si lo conocieran de toda la vida. Mi mejor amigo era tan sociable que parecía conocer a medio mundo.
—Chicos, les presento a Francisca, mi mejor amiga —dijo Jack con su clásica sonrisa deslumbrante.
Me sentí tímida al instante, así que solo asentí con la cabeza y sonreí, evitando mirarlos directamente. Lo poco que alcancé a notar fue que uno de ellos era pelirrojo, y el otro tenía el pelo rubio.
—No sabía que tenías una mejor amiga —dijo el pelirrojo, con un tono casual. Volví en mí por un segundo, recordando que estaba allí para disfrutar y compartir con las personas.
Respiré hondo, disimulé mi nerviosismo y alcé la mirada, dispuesta a socializar.
—Aunque no lo crean, he soportado a este chico desde que éramos niños —bromeé, intentando sonar divertida.
Para mi sorpresa, ambos se echaron a reír a carcajadas, incluso Jack. Tal vez mi comentario fue gracioso… o tal vez ya estaban algo ebrios. Lo que sea, había logrado romper el hielo.
—Lo haces ver como si fuera un castigo —protestó Jack con un puchero, provocando que soltara una carcajada.
Negué con la cabeza, encogiéndome de hombros, ya mucho más relajada en aquel ambiente.
—Pues, bienvenida, Francisca.
Levanté la mirada hacia aquella voz masculina, y me encontré con un par de ojos azules que me observaron con intensidad. Me sentí atrapada al instante. Estaba frente a un chico que parecía sacado de un maldito comercial de perfume: rubio, alto, delgado, con facciones delicadas y una camiseta gris que marcaba su cuerpo perfecto y atlético.
—Gracias —susurré, con una sonrisa tímida.
Él me sonrió de medio lado, y en ese instante pensé que era demasiado perfecto para ser real.
—Amigo, creo que Ignacio te estaba buscando hace un rato —comentó el otro chico dirigiéndose a Jack.
Mi mejor amigo notó que me había quedado mirando al rubio más de la cuenta, pero no dijo nada.
—Iré a saludar —dijo Jack, con una sonrisa para el grupo—. ¿Vienes?
Abrí la boca para decirle que sí, pero el pelirrojo me interrumpió antes de que pudiera responder.
—Ey, ¿cómo así? Ya te quieres llevar a nuestra nueva amiga —dijo con diversión.
Lo observé con curiosidad. Era de mi estatura, pelirrojo, de ojos pequeños, y tenía una vibra muy amigable.
Me reí por su comentario, y Jack rodó los ojos como si ya estuviera acostumbrado a ese tipo de bromas.
—Está bien, se las encargo —accedió, con ese tono tan sobreprotector de siempre—, pero no duden en que les partiré la madre si le hacen algo.
Jack me guiñó un ojo antes de darse media vuelta. Conocía tan bien a ese loco que supe de inmediato que me estaba dejando con ellos porque eran de su total confianza. De lo contrario, me hubiera arrastrado con él.
—Por cierto, soy Guru —dijo el pelirrojo.
—¿Guru? —pregunté con una sonrisa, intrigada por aquel nombre.
—Es su apodo —intervino el rubio.
—Vale… —susurré, intentando soltarme un poco—. ¿Y de dónde conocen a Jack?
—De la universidad —respondió Guru con una sonrisa. Luego rebuscó en el bolsillo delantero de sus jeans y sacó una cajetilla de cigarros, ofreciéndome uno. Lo acepté sin pensarlo demasiado. Me transmitía buena vibra.
—Gracias —dije mientras lo encendía. Era un vicio viejo, uno que Rick odiaba…
Ay, no. ¿Por qué tenía que pensar en él justo ahora?
—Por cierto, me llamo Phillip —se presentó el rubio, con voz grave y masculina.
Volví a mirarlo, y esos malditos ojos azules me atraparon otra vez. Me sentía expuesta, como una adolescente hormonada, pues aquel chico era muy guapo.
—Pues… un gusto, Phillip.
Sentí que mis mejillas se sonrojaban al instante. ¿Un gusto? ¿En serio? Qué básica.
Sin previo aviso, Phillip se inclinó y me dio un beso en la mejilla, para luego guiñarme un ojo. Me quedé en blanco, así que simplemente le di una calada profunda a mi cigarro, ignorando el alboroto de mariposas en mi estómago.
Guru carraspeó y soltó una risotada. Lo miré, y vi cómo levantaba y bajaba las cejas en dirección a Phillip. No necesitaba mucha inteligencia para entender que lo estaba molestando conmigo.
—¡Amiga!
Me giré y vi la sonrisa de Katherine acercándose a toda velocidad. Me abrazó con fuerza y no pude evitar devolverle el gesto.
—Ey, qué bueno verte —le dije con sinceridad. Sentí que al verla, algo dentro de mí se acomodaba.
—Lo mismo digo —respondió con alegría.
—¿Dónde está Demian? —pregunté sorprendida al no verlo junto a ella, pues siempre estaban juntos. Eran inseparables.
—En su casa —dijo, encogiéndose de hombros.
—¿Les parece si entramos a la fiesta? —propuso Guru.
Asentimos. Antes de empezar a caminar en dirección a la casa, tiré mi cigarro al suelo dispuesta a apagarlo con la suela de mi zapato, pero alguien se me adelantó.
—De nada —susurró Phillip con una sonrisa encantadora antes de alejarse caminando.
Kat y yo lo seguimos, y no pude evitar sonreír. Por alguna razón que aún no entendía, esta noche me sentía especial.