—¡Esto es una maldición!
Escuché aquel grito y el sueño que estaba teniendo comenzó a desvanecerse poco a poco, arrastrando conmigo esa sensación cálida del descanso. Entre abrí los ojos con pereza, centrándose en la voz que comenzaba a acercarse más a mí.
—¡Fran, despierta!
Sentí cómo Carla tiraba de mis cobijas con fuerza, obligándome a incorporarme sobre la cama.
—¿Qué pasa? —murmuré con voz pastosa, frotándome los ojos.
—¡Estamos malditas! —exclamó mientras caminaba por la habitación como si intentara espantar una maldición invisible.
—¿Qué dices, loca? —pregunté, sentándome al fin, aún aturdida por el abrupto despertar.
—¡El maldito sistema eléctrico no funciona! —chilló, dejando caer los brazos a ambos costados con frustración.
Solté un suspiro y, sin mucha esperanza, intenté encender la luz de mi habitación presionando el interruptor.
Nada.
—Tal vez es un corte a nivel central… —musité, tratando de encontrar una explicación coherente—. Porque sí pagué la última factura de luz