—Mailen, perdiste. Tómate otra copa —dijo Daniela, sonriente.
Cuando el teléfono de Daniela sonó por decimosexta vez, ella y Mailen estaban apostando.
Apostaban si Luciana seguiría insistiendo en llamar o no.
Daniela apostó que sí. Mailen que no.
Mailen perdió.
Levantó la copa y dijo:
—Luciana es una mujer muy buena. ¿Cómo pudo su exmarido dejar ir a alguien como ella?
Mailen no lo entendía.
Daniela se rio un poco, y habló con algo de desprecio.
—¿Qué tiene de raro? Es simple. Hombre es hombre. Siempre te van a dejar por otra, aunque no sea más bonita, más inteligente o más joven. Solo quieren algo nuevo.
En eso, Mailen tenía autoridad para opinar.
También estaba divorciada.
—Jajaja, tienes razón. Basura total —dijo Mailen, soltando la copa sobre la mesa.
—Ya deja que entre.
Daniela no estaba de acuerdo.
—Tiene que cambiar un poco.
Mailen sonrió:
—Pero ella no es del tipo que se deja llevar. Intentar que haga lo mismo que nosotras... lo veo difícil.
Por intuición, Mailen sabía que Luc