Alejandro no quería escucharle ni una sola palabra.
—Tienes un minuto para largarte de aquí.
Vanessa bajó la mirada, con los ojos llenos de rabia.
—¿Es por tu prometida o por Luciana? —levantó la cabeza y fingió una cara de lástima.
A Alejandro se le notó el enojo.
—¿De verdad tengo que repetirlo?
—Ya, ya, me voy. —Vanessa se levantó del suelo toda débil, temblando, pero no alcanzó a dar ni dos pasos cuando se desmayó en el sofá.
Con una mirada asesina: Alejandro dijo:
—Vanessa...
Nada. Nadie contestó, así que se acercó y la tocó con el pie.
Vanessa ni se movió.
—¡Carajo! —gritó Alejandro, perdiendo la paciencia.
Agarró el teléfono de la mesa y marcó emergencias.
Vanessa pensaba que Alejandro la iba a llevar al hospital.
Jamás imaginó que solo llamaría a la ambulancia y no se movería de ahí.
Se mordió el labio por dentro, agachando la cabeza.
Sentía que el pecho le ardía del coraje.
Ese hombre de verdad era cruel.
Toda la “bondad” de antes, la dejó atrás sin dudar.
Pero ella no pensaba