Miguel fue empujado hacia un lado, completamente desconcertado.
Pero Daniela parecía conocer al hombre que acababa de aparecer.
Miguel solo pudo quedarse en silencio.
Sebastián miró a Luciana. A pesar del frío, su cara estaba completamente roja, y las gotas de sudor brillaban en su frente…
La furiosa Daniela dijo:
—Le pusieron algo en la bebida.
Sebastián alzó la mirada de golpe, con sus ojos llenos de ira.
—¿Quién fue?
—Andrés —respondió Daniela—. No voy a dejar que se salga con la suya.
Sebastián levantó a Luciana en brazos.
Daniela corrió a buscar un médico.
En un caso como el de Luciana, no había mucho que pudieran hacer, solo podían darle un sedante y esperar a que pasara el efecto.
Luciana tenía dificultad para respirar.
—Me siento… me siento muy mal…
Su cabello estaba empapado en sudor, enmarañado y pegado a su cara. Sus labios enrojecidos se entreabrían…
Cada vez que exhalaba era tan tentadora como el fruto prohibido.
Sebastián dijo:
—Salgan todos.
—Pero…
—Fuera —no alzó la voz