Andrés colgó la llamada de una vez.
—¿De verdad no puedes darme una oportunidad? —la miró con furia.
Él ya lo había descubierto todo. Aunque Luciana siguiera fingiendo, Andrés no le creería.
Ella ya no ocultó su desprecio.
—Andrés, jamás imaginé que escondieras tanta maldad. ¿Sabes? Ahora mismo me das tanto asco que podría pisarte como a una cucaracha. ¡Ni loca dejaría que me pongas un dedo encima!
Andrés alzó una ceja.
—¿Te doy asco?
—Bien, bien, ¡perfecto! ¡Entonces voy a hacer que te mueras del asco!
Estaba completamente fuera de sí, repitiendo una y otra vez en su mente las palabras de Luciana. Se abalanzó sobre ella, desgarrando su ropa sin control…
¡Pum!
De la nada, alguien abrió la puerta de una patada.
Daniela entró en la habitación y le estampó una botella en la cabeza a Andrés, mientras Miguel aprovechaba para alejarlo de Luciana.
Cuando Luciana hizo la llamada, Miguel estaba con Daniela.
Se habían encontrado por casualidad.
Daniela sabía la dirección, por eso llegaron tan rá