—Vamos.
Luciana quería llevar a Sebastián al hospital.
—Abogado Campos, usted vaya, nosotros nos encargamos de esto. Es algo pequeño, podemos manejarlo, así que no se preocupe.
Sebastián asintió.
Luciana lo tomó del brazo y lo llevó a la acera para parar un taxi. Sonriendo un poco, Sebastián la miraba, viendo lo mucho que ella se preocupaba por él.
Por suerte, era fácil encontrar un taxi, más rápido que manejar de vuelta. El taxi paró cerca, y Luciana abrió la puerta.
—Abogado Campos, suba usted primero.
Sebastián se inclinó y entró, haciéndose a un lado para que Luciana tuviera espacio.
—Al hospital. —dijo Luciana al entrar y cerrar la puerta.
—¿A cuál hospital? —preguntó el conductor.
—Al que esté más cerca. —contestó Luciana.
—Está bien. —dijo el taxista, y arrancó.
Luciana, impaciente, le pidió al conductor:
—Por favor, váyase rápido, hay alguien herido.
El conductor miró por el retrovisor y contestó:
—Haré lo que pueda.
La ciudad estaba llena de tráfico, él también quería ir rápid