Sus movimientos fueron tan rápidos que Luciana no tuvo tiempo de reaccionar.
Sebastián sonrió un poco, y habló con una voz grave y seductora:
—Tu exmarido nos está mirando.
Luciana apoyó ambas manos en su pecho. A esa distancia, podía sentir su aliento y el aroma de su cuerpo apoderarse de ella.
Giró un poco la cabeza.
—Hoy… ¿lo hice bien?
Se refería a su desempeño en el tribunal.
Sebastián la abrazó un poco más fuerte, inclinándose hacia su oído.
—Muy bien —susurró.
Su aliento cálido rozó el lóbulo de su oreja y su cuello, haciéndola estremecer. Intentó separarse un poco.
—Abogado Campos…
Aunque fuera parte del teatro, no hacía falta que estuvieran tan pegados.
Por la diferencia de altura, el cinturón de Sebastián presionaba sobre su vientre, de forma incómoda.
Como mujer que ya había pasado por un matrimonio, Luciana no quería pensar demasiado, pero…
Esa postura era demasiado íntima.
Se quedó casi inmóvil, sin atreverse a mover la parte baja de su cuerpo, solo empujándolo suavemente