Los autos arrancaron, y el rugir de todos los motores al unísono sonó como una avalancha de de emoción.
—¡Arranquen!
Los autos, como jaguares al acecho, salieron disparados con una fuerza imparable, dejando humo y gritos de emoción atrás.
Las carrocerías se veían como músculos bien formados, llenos de poder. Eran como caballos salvajes, corriendo por la pista como rayos que cruzaban el cielo.
Sin embargo, dentro del auto, Luciana estaba sintiendo en carne propia lo que significaba el peligro y la emoción.
¡Su cuerpo en el auto, pero su alma corriendo atrás!
Sobre todo al pasar por las curvas en U, donde se ponía a prueba la verdadera habilidad. El chirrido de las llantas contra el asfalto era casi aterrador.
Lucas, que iba segundo, aprovechó una curva para adelantar y se puso en primer lugar.
Tal vez por el ambiente, Luciana se alegró genuinamente por él.
Como era de esperar, fueron los primeros en cruzar la meta. ¡Ganaron!
Aunque durante la carrera había tenido el corazón en la gargan