—Tía, no se acepta una recompensa si no te la mereces —dijo Luciana, convencida de que no debía aceptar cosas de alguien con quien ni siquiera iba a salir. No era tema de valor, sino de principios. Si lo aceptaba, después no podría explicarlo bien.
No le gustaban esas situaciones confusas.
—Ya, tía. Mejor entremos —cortó Luciana, cerrando el tema.
Pero Estela no pensaba dejarlo pasar tan fácil.
—¿Y por qué tanta prisa? ¡Ni siquiera me lo has presentado! —dijo con una sonrisa pícara.
Luciana levantó la vista hacia Sebastián, y en sus ojos apareció un poco de inquietud. En voz baja, hizo la presentación:
—Esta es mi tía.
Sebastián, que ya había entendido la relación por lo que hablaron antes, sonrió con naturalidad.
—Mucho gusto, señora.
Estela se iluminó al instante, sonriendo feliz.
—¡Ay, qué educado! —respondió encantada.
—No es por hablar mal, Luciana, pero este novio tuyo... le gana por mucho a tu ex. Ese Alejandro era creído como nadie más, nunca nos valoraba. Este me gusta más, mu