Kael
He crecido sin madre.
Ni siquiera una voz, ni siquiera una canción de cuna.
Nada de ella me fue transmitido. Ni talismán, ni cartas. Ni un pañuelo impregnado de su perfume. Ni una foto, ni un mechón de cabello. Solo una ausencia. Un vacío tejido alrededor de mi cuna como un sudario invisible.
Algunos niños crecen en el amor. Otros, en la indiferencia. Yo, he crecido en el silencio.
Fue mi padre quien me crió.
El Rey de las Tierras Grises. Frío, austero, construido de rocas y silencio. Un hombre cuya piel llevaba más cicatrices que arrugas, cuya palabra valía más que un decreto, precisamente porque la distribuía con parsimonia. Me enseñó a sobrevivir. A golpear. A calcular. Pero nunca me enseñó a amar.
Nunca me mintió, no realmente. Pero me crió en el mito más que en la verdad. Me dijo que mi madre había muerto al darme a luz, y que su último aliento había sido para mí. Lo creí. ¿Qué podía hacer más? No había nadie más para decirme lo contrario.
No hice preguntas h