Capítulo 76

Esa noche, el silencio fue más cruel que cualquier grito.

No lloré de inmediato. Me quedé sentada en la sala, en la misma posición durante horas, con los ojos fijos en nada. Porque cuando te rompen así, ni siquiera sabes cómo armar el llanto.

Es como si el alma se te congelara, pero al mismo tiempo te quemara por dentro.

Me había terminado. Así, sin una caricia, sin una disculpa. Solo porque creyó lo que quiso creer. Solo porque para él era más fácil culparme… que aceptar lo que sentía por mí.

Y lo peor no fue su rabia. Lo peor fue su indiferencia. Esa forma en que me miró como si fuera una desconocida. Como si todo lo que vivimos, todo lo que le di, todo lo que fui… se hubiera evaporado.

Como si yo no hubiera sido suficiente.

Y lo más jodido es que uno puede soportar que le griten, que le reclamen, incluso que lo odien. Pero que te reemplacen. Que te borren. Que te cambien como si fueras basura… eso no hay corazón que lo aguante.

Me miré en el espejo del baño y me dio rabia ver a la
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