Solté un suspiro largo. Me sentía derrotada, pero no estaba lista para rendirme. No esta vez. No cuando aún sentía que algo dentro de él seguía siendo mío.
Me incorporé despacio y caminé al baño. Me refresqué el rostro, me recogí el cabello y decidí empacar algunas cosas. Mañana no era día de oficina, así que si había una mínima oportunidad de acercarme a Fabián, no iba a desaprovecharla. Eché un par de mudas de ropa, mi neceser ya algunas cosas sin pensar mucho.
Al salir, el corazón me dio un vuelco.
Allí estaba.
Fabián. Esperándome.
Apoyado contra su auto con los brazos cruzados, su figura recortada bajo la luz tenue del poste del frente. Su mirada no decía mucho, pero su presencia lo gritaba todo.
Me acerqué en silencio. Él abrió la puerta del copiloto sin decir una palabra. Me subí sin hacer preguntas. El motor rugió suave, y pronto nos alejamos, dejando atrás la noche callada y los fantasmas de mi cuarto.
El camino hasta la mansión fue tranquilo. Por primera vez en mucho tiempo,