Me saqué los zapatos y corrí junto a él, el agua llegó a nuestros pies y aunque estaba fría la sensación de calma que me producía no tenia precio. De un momento a otro, Jex me aferró a su cuerpo y sin más me besó. Fue un beso dulce, diría que hasta tierno, pero sus manos alrededor de mi cintura quemaban como un hierro. Nos separamos y posó su frente contra la mía, en ese momento respirábamos el mismo aire y la necesidad de abrazarlo me invadió, crucé mis brazos en su cuello y me dejé llevar por las sensaciones que este bruto neandertal provocaba en mí.
—No sé qué está pasando entre nosotros, Jex, pero de verdad que me gusta tu compañía, cuando estás así.
—Pues yo sí sé lo que me pasa a mí y es que estoy completa y absolutamente enamorado de ti, mi muñequita de porcelana.
Sus labios volvieron a invadir los míos, pero ahora yo se lo permitía. Se sentía tan bien estar entre sus brazos y no quería que esto se acabara. Jex me miró con esos hermosos ojos que tiene y en ellos vi que estaba d