Lo miro con cara dudosa y aunque me sorprende su actuar no soy quién para negarme a pasarlo bien junto a él, ya lo había dicho y no me arrepentiría de hacerlo, sigo con mi café y tomo otra tostada para terminar pronto.
—Okey, me parece una buena idea, aunque primero debo...— me corta la inspiración y se pone a hablar mientras limpia mi mejilla con la servilleta.
—Debemos ir a la oficina a buscar las carpetas. Sí, lo sé, Thomas me llamó temprano y me dijo que nos encontráramos en los juzgados.
—¿Y por qué no me llamó a mí?
—Ni idea, será porque sabe que tú tienes claro todo lo que hay que hacer hoy— se encoje de hombros y toma el vaso de jugo de naranja para beber un sorbo—. Thomas ha demostrado que te tiene muchísima confianza, es solo verlo como te defiende de esos dos incordios.
—Los señores O’Connor no son tan malos como crees, en serio—digo tratando de convencernos a los dos, de alguna forma u otra, ellos no me caen mal.
—No me vas a convencer tan fácil, muñequita. Ahora, termina