Me metí a la ducha con mi amigo en posición firme y un dolor en mis bolas que no me lo quitaría con absolutamente nada de lo que hiciera...
-¡Maldita mujer!- exclamé bajo la ducha fría, mientras magreaba mi miembro pensando en todo lo que había pasado anoche. Es que todo fue tan surreal, mi muñequita me odiaba y lo veía en su cara, pero su arrebato para comportarse como toda una fiera me había dejado en shock y con las bolas azules toda la maldita noche. Así que, como le seguiría el juego, después de que se quedó dormida en mis brazos no tuve de otra que acostarla en la cama y cederle el lado, ¡Si hasta en eso fui un caballero! Pero ¿qué hizo la muy inconsiderada cuando me acosté en la cama? Se dio la media vuelta y colocó uno de sus brazos en mi torso y me atrapó con sus piernas.
-¿Querías guerra muñequita? Pues te la voy a dar y te voy a enseñar lo que se siente...
Dije explotando en un fuerte orgasmo pensando en ella, es que ¡Argh! Me tiene de las bolas, aunque no lo crea...
Y