Siempre ha sido ella…

Estoy en el cielo, me morí ¿o lo que está haciendo mi dulce muñequita de porcelana es un sueño?

Su acción me dejó sin poder mover ninguno de mis músculos, sus labios con sabor a cereza invadieron torpemente los míos y, aunque al principio me costó, mis manos se aferraron a su cintura y prolongué este momento lo más que pude, hasta que quedamos sin aliento y ahí vino el golpe de realidad... La cachetada que me dio, después de eso, nuevamente me volvió a remecer hasta mis pensamientos más oscuros.

—¡Eres un bruto! ¿Cómo se te ocurre ser tan crédulo con otros que a penas conoces y con los que estamos cerca de ti desconfías? Es que dan ganas de darte con la varita de sauco a ver si se te quita lo imbécil. ¿Dios! ¡Qué hice para merecer esto? — se dio la media vuelta y comenzó a caminar refunfuñando molesta y yo me quedé ahí, pegado en mi lugar— ¿se van a quedar todo el día ahí parados? Muévanse, no tengo todo el día para quedarme celebrando.

—Vamos, Galán. No puedes negar que la chiquilla
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