Mi mamá

El sueño, el calor y la necesidad de descansar para tener energías, nos invadió y ambas nos quedamos dormidas, en medio de mi sueño mi madre me cantaba una canción de cuna que evocaba mis más hermosos recuerdos de mi niñez.

Duerme, duerme negrito, que tu mama está en el campo, negrito… Duerme, duerme movila, que tu mama está en el campo movila…

El olor del mar inundaba mis fosas nasales y la brisa, unida a un sol esplendoroso, me acariciaba el rostro. Estaba con mi papá en la Dominga, su lancha, tomando sol y esperando que los peces picaran en nuestra red, reía como loca por un chiste que Facundo, su amigo y compañero pescador, nos contaba mientras comía mis Natur, era loco todo porque me veía como era ahora y no como la niña de seis años que perdió a su padre unos días después de esto, ¿entonces no es un sueño? ¿era un recuerdo?, el cielo se empezó a oscurecer y la tormenta se acercaba, estaba empezando a hiperventilar, lo sabía, pero mi ataque de pánico fue interrumpido cuando la puerta fue abierta de par en par por el coyote. Devolviéndome nuevamente a mi realidad, una que era tanto o peor de donde había estado...

—No sé qué m****a hicieron ustedes dos, pero no puedo ayudarlas a pasar, ahí tienen su dinero y váyanse de este lugar.

Nos gritó, tirándonos el dinero a la cara y con mi madre no entendíamos absolutamente nada, el hombre se veía asustado, se movía de un lado a otro y nos apuraba para que saliéramos de ese lugar, pero mi madre le tomó el brazo y le habló.

—Usted no nos puede dejar así, le prometió a Meche que nos ayudaría.

—Las promesas se las lleva el viento señito, además su amiga, para esta hora, ya está en el patio de los callados y ahora la andan buscando a usted por lo que le hicieron.

—¡¿Qué?! — tuve que sostener a mi madre, quien de la impresión casi se desmaya, la pobre soltó un llanto desolado y comenzó a tocarse su vientre—. Eso no puede ser cierto, cuando nos dejaron con Juan ella estaba bien, ¿no es cierto Dani? Díselo hija. Miguel, usted nos está mintiendo.

—Mire seño, no le miento, cuando llegué al pueblo a trabajar pasé a ver a mis amigos y ahí estaba la policía, a Meche la mataron de varias estocadas en su cuerpo y aún no encuentran a Juan, todos andaban diciendo que se escapó con ustedes después de darle muerte a su mujer.

El grito desgarrador de mi madre fue el que nos dejó al coyote y a mí petrificados, mientras caía al suelo desmayada. La impresión había sido demasiado grande, incluso yo estaba a punto de desfallecer, pues por nuestra culpa había muerto una inocente y probablemente su marido había corrido con la misma suerte.

—Mira, niña, haremos algo— me dice el hombre, mientras intento despertar a mi madre—, las llevaré por uno de los pasos que está más alejado de la zona de control y ahí verán como cruzan hacía el otro lado, es lo único que puedo hacer por ustedes.

—Gracias, gracias por creer en nosotras, de verdad señor Miguel no hemos hecho nada malo, solo queremos nuestra libertad y no sabe cómo lo siento por la señora Meche, ella no se lo merecía, no… no puedo creer que esté muerta.

—¿Cómo conocieron a Darlan? — me pregunta, mientras humedece una toalla y me la entrega para limpiar el rostro de mi madre.

—Mi mamá lo conoció en Chile y se enamoró, nos vinimos con él hace dos años y bueno, usted ya sabe el resto de la historia.

—Ese hombre es una verdadera bestia, no sé cómo escaparon de su casa, pero si algún día las logra encontrar no me quiero imaginar lo que les hará, si con Meche se ensañó y por lo que ustedes me dicen puede que también con Juan.

Pero bueno, una vez que despierte la señito las sacaré de aquí.

—Gracias, de verdad se lo agradezco.

Después de unos minutos de silencio y con los cuidados que podía darle en ese pequeño lugar mi mamá despertó, estaba alterada al solo recordar lo que nos había contado el coyote y tenía miedo de lo que nos iba a suceder. Le había visto tocarse su pancita en infinidad de veces, pero asumí que era por el temor que le causaba todo lo que estaba pasando. El coyote nos habló para que nos preparáramos y nos dejó a solas para cambiar nuestro atuendo a uno más cómodo del que nos había entregado temprano, en mi caso me quedaba lo suficientemente grande para caber dos de mi dentro de ellas y en el caso de mamá le quedaban justas para cubrir su pancita, pero era lo que había nomás.

Salimos de la casa y comenzamos el camino en la camioneta del coyote. Según él, avanzaría lo más que pudiera antes de dejarnos a la buena de dios, pero las cosas se pusieron feas cuando sentimos los disparos tras nosotros.

—Mierda seño, de esta no vamos a salir— gritó el coyote, mientras intentaba mantener la estabilidad de la camioneta y aceleraba el paso.

—Por favor, Miguel, apresure la marcha…

Los gritos de mi madre y del coyote retumbaban en mis oídos y como me pasaba en esos momentos de tensión, mi cerebro bloqueaba mi cuerpo. Me había quedado petrificada y sentía que todo me daba vueltas, lo demás fue un sinfín de gritos y movimientos que veía como espectador, estábamos a nada de cruzar cuando un estruendo hizo que la camioneta diera un vuelco y luego oscuridad…

A lo lejos, escuchaba que alguien estaba hablando, pero no tenía dominio de mi cuerpo, debe ser por eso que el hombre que hablaba despotricaba como loco.

Están todos muertos, jefe. Les hemos sacado fotos y se las estoy mandando, por desgracia la camioneta quedó del lado de los gringos y por el escándalo que se produjo ya viene la policía, así que nos largamos…

En un dos por tres, sentí el sonido de las ruedas desplazarse y las sirenas aún más lejos…

Atento central, estoy en el paso caladito, tenemos un volcamiento, una víctima fatal y dos que a penas y están respirando, por favor envíen un helicóptero ambulancia, una de las víctimas se encuentra embarazada y sus signos vitales son inestables.

—Mi… mamá...

—¡Señorita, señorita soy el oficial Prescot, ¿puede decirme su nombre por favor? , señorita!

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