El encuentro, p1.

Salimos del edificio donde reciden los O’Connor custodiados por un fuerte contingente de guardaespaldas.

Las tres camionetas que se abrían paso por la ciudad me hacían sentir que estaba en una de esas películas donde el presidente de la república era trasladado a la Casa Blanca.

Junto a nosotros iba Rubén y Robert, ambos muy profesionales y serios, por primera vez noté que llevaban auriculares en sus oídos y esos trajes negros a la medida. Todos estaban impolutos y que decir del hombre que va a mi lado, se veía absolutamente comestible en un traje azul rey con camisa blanca y sin corbata. Es que era todo un bombón y ya me había vuelto una adicta a él.

Me mira divertido, mientras Sarita se acurruca en su pecho.

—¿Qué miras mi muñequita?— me pilló con la baba escurriendo por mi labio.

—Nada.

—¿Cómo que nada? No seas así, dime qué estabas mirando, preciosita.

—En que te ves sumamente comestible.

Las carcajadas de nuestros dos amigos, que van sentados adelante y el sonrojo de mi adorado e
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