A medidas desesperadas...
Me desperté con el ánimo hecho bolsa, no dormí ni mierda pensando en lo que pasaría cuando la muñequita de porcelana se entere de que el culpable de su problema soy.
«¿De qué hablas idiota? El problema es de ella por entrar ilegal al país y mentirnos a todos » me responde mi conciencia.
¿Y qué si no era así? ¿qué pasaría si ella tiene algún motivo sobre humano para haberlo hecho?
La verdad es que después de ese día, en que la besé, no quise seguir indagando más en su vida. Ella era libre de enamorarse de cualquiera, solo que su caída sería dolorosa si seguía por ese camino, pues mi amiga tenía muy bien agarrado de los cojones a Thomas y ahora más que esperaban trillizos.
Me levanté dejando todo de lado y como todos los días fui a hacer ejercicios al gimnasio de la casa, pero me encontré con el incordio de Thomas haciendo pesas.
-Veo que dormiste como la mierda.
-Mmm.
-¿Estás seguro de lo que vas a hacer? - me pregunta con un tono molesto en su voz.
-Mmm.
-¡Por la mierda Jex, pod