El sonido de los tacones de Sofía resonaba con fuerza por los pasillos de DarkCorp. Cada paso era una declaración de poder, de presencia, de dominio absoluto. Las miradas se dirigían hacia ella, no por curiosidad, sino por respeto. Por temor, incluso. Todos sabían que Sofía Dark no era una mujer común. Era una líder nata, una estratega brillante y, para muchos, una amenaza silenciosa.
Pero, por primera vez en años, su corazón había oscilado. No por debilidad. No por amor. Sino por sorpresa. Max Smith estaba de regreso.
Y estaba en su sala de reuniones.
Sofía entró con la frente en alto, con la espalda recta y los ojos encendidos por una fuerza interior indomable. Max se giró al oír la puerta. Estaba frente al ventanal, mirando la ciudad como si intentara entender el nuevo mundo al que ella ahora pertenecía.
Llevaba un traje impecable, el cabello ligeramente despeinado de forma intencional, y una expresión que parecía debatirse entre la culpa y la nostalgia. Cuando sus miradas se cruza