El reloj marcaba las 7:30 AM cuando Sofía Dark salió de su apartamento en el piso cuarenta y cinco de una de las torres más exclusivas de Manhattan. Vestía un traje de dos piezas color negro, perfectamente ajustado a su figura. Su andar era elegante, sus tacones resonaban contra el mármol del vestíbulo con una cadencia que imponía respeto. La gente se hacía a un lado instintivamente. No porque ella lo exigiera, sino porque su sola presencia lo imponía.
Habían pasado siete años desde que había dejado atrás su antigua vida. Siete años desde que Max Smith la destrozó con una traición que aún le ardía en lo más profundo del pecho, aunque se negara a admitirlo. Siete años en los que había convertido cada lágrima, cada insulto y cada murmullo en combustible para su ascenso.
Sofía Dark ya no era la chica invisible.
Ahora era una leyenda.
Empresaria, inversionista, directora de su propia firma de tecnología aplicada a inteligencia financiera. Salía en portadas, cerraba tratos multimillonarios