Susurros, tentaciones y más (4ta. Parte)
Al día siguiente
Moscú
Maskim
Dicen que somos el reflejo de varias vidas en un momento, pero yo sé que el alma no olvida. Puede callar, puede esconderse en lo profundo de la carne, incluso fingir indiferencia ante lo que alguna vez la hizo temblar… pero nunca se apaga del todo. No importa cuántas veces se reencarne, cuántas veces le cambien el rostro, el idioma, la herida… el alma recuerda. Guarda silencios que no le pertenecen a esta vida. Anhelos que no tienen origen visible. Un vacío que solo otro espíritu puede reconocer.
El alma no busca placer, ni gloria, ni poder. Busca su otra mitad. Esa chispa perdida en el caos del mundo.
No es casualidad el encuentro. Es destino reencontrado. Dos fragmentos separados por el tiempo, por la muerte, por decisiones que no fueron suyas… y, aun así, siguen llamándose.
Presumo que no existe forma de borrar lo que fuimos. Ni el más feroz de los olvidos puede con la verdad del alma.
Y es ahí donde comienza todo. En esa grieta que deja abierta el amo