Una vez que Evana quedó sola con sus hijos los miraba enternecida, George se había subido a la cama de su hermano y estaban conversando, ella los interrumpió porque algo había rondado su cabeza por un buen rato y quería aprovechar la oportunidad de tratarlo con los gemelos.
–Mis tesoros amados –llamó su atención–. ¿Podemos hablar de algo?
–¿De qué mami? –preguntó Adrián.
–Suéltalo mamá –expresó George aupándola para que hablara.
–He notado que ustedes tratan a Ignacio como señor Remington.
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