Interrumpiendo sus pensamientos y, como si la vida se encargara de aclararle su situación, recibió una llamada de su esposa, con el teléfono sonando, caminó con grandes zancadas hacia el automóvil rentado que seguía estacionado frente al edificio Wellington y luego de tomar asiento, respondió:
–Dime cielo.
–Cariño, ya estoy en Verona, esto es un sueño, dentro de cinco minutos haré una transmisión en vivo y te mencionaré, quiero que lo escuches, voy a pasarte el enlace, ¿de acuerdo?
–Sí, de acuerdo.
–Ciao –dijo ella graciosamente y él se qued&