Pronto, Manuel movilizó a las autoridades del barco, su corazón latiendo con fuerza mientras guiaba a Mayte hacia su camarote.
Sabía que debía actuar rápidamente, y su mente estaba llena de preocupaciones por la salud de su esposa.
Al llegar al camarote, el médico fue a atender con rapidez, y Manuel sintió un alivio momentáneo al ver que Mayte estaba siendo cuidada.
—Está deshidratada, pero va a estar bien —informó el doctor, su voz calmada, contrastando con la tormenta de emociones que azotaba a Manuel.
Después de que el médico se marchara, la policía del barco garantizó que pronto conocerían la identidad del responsable, asegurando que, fuese un accidente o no, esa persona iba a pagar por lo que había hecho.
Manuel, aunque aún temeroso, se sintió confiado.
La justicia debía prevalecer, y él estaba decidido a proteger a Mayte a toda costa.
Más tarde, Martín y Fely llegaron, sus rostros reflejando preocupación.
—¿Cómo está Mayte? —preguntó Martín, su voz temblorosa.
—Está bien, no te a