Esa misma noche, Manuel y Mayte abandonaron el crucero, dejando atrás una tormenta de sentimientos y conflictos.
Su destino era Islandia, un lugar donde esperaban encontrar un respiro en medio del caos de sus vidas.
Al llegar al aeropuerto, el frío del aire islandés les golpeó el rostro, pero a pesar de la bajada de temperatura, sus corazones latían con una mezcla de emoción y alivio.
Mientras se dirigían a su hotel en Godafoss, la belleza del paisaje los envolvía.
Las montañas se alzaban majestuosamente y el cielo, despejado, prometía una noche mágica.
Por otro lado, Martín se quedó en el barco, frustrado y lleno de ira.
Se sentía solo, atrapado en una red de confusiones y traiciones. Su mente daba vueltas, recordando la confrontación con Fely.
—Yo no hice nada, mi amor… —dijo ella, intentando calmarlo.
Martín la miró con intensidad, y sin pensarlo mucho, se lanzó contra ella, apretando su cuello con fuerza.
—¡Quisiste matar a Mayte! ¡Quisiste matar a la madre de mi hijo! —gritó, su v