El amanecer todavía se desperezaba en la cima de los árboles cuando Lidia salió del consultorio del doctor Varek. Su andar era tranquilo, su rostro sereno, su postura impecable. A simple vista, parecía la Luna de siempre tan dedicada y preocupada por el bienestar de su gente, protectora. Nadie hubiese adivinado que detrás de esa mirada calma, la desesperación hervía como lava bajo una capa de escarcha.
Pero tras la conversación con Varek, algo en su pecho se relajó.
— No estuvieron mucho rato —le había dicho el médico, sin mirarla demasiado—. Gael vino, solo lo saludó. Fue una visita rápida, como si cumpliera una formalidad. Después me llamaron de urgencia y cuando volví, el guerrero ya no estaba.
Eso bastó para que la falsa paz volviera a su rostro.
Si Gael hubiera sabido algo… si el guerrero le hubiera contado la verdad, si le hubiera dicho que Nayara estaba viva, que ese hombrel estaba con ella, que la historia oficial era una mentira…
Gael no se habría quedado tan calmo.¿No