El consultorio del hospital de la manada olía a hierbas recién hervidas y a demasiada culpa.
La clase de culpa que se pega a las paredes, que se esconde entre los frascos de vidrio y los libros de medicina, esa que no se puede lavar ni con alcohol ni con agua bendita lamentablemente.
El Dr. Varek se lavaba las manos por cuarta vez desde que amaneció. No había sangre en ellas,no había suciedad pero él las sentía muy sucias .
La noche anterior no había podido dormir. La última vez que cerró los ojos, soñó con Mirna con su cuerpo frío ,con su vientre vacío. Con ese maldito informe que él firmó diciendo que estaba embarazada y que se lo entrego a él Alfa en sus manos.
Ese era uno de los fraudes. Una mentira mas a su colección. Una sentencia de muerte que no sabía que le había dado a esa pobre Omega.
El sonido de los pasos no lo sorprendió ya no necesitaba ver su rostro para saber quién era.
—¿Qué hacés aquí tan temprano? —preguntó, sin mirarla, sin girar su rostro siquiera.
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