Elara no le dio a Cassian tiempo para sucumbir al colapso. En la unidad de Cuidados Críticos, sus órdenes fueron tan cortantes y precisas que superaron la autoridad del Jefe de Cirugía derrumbado.
—Necesito los parámetros exactos de la inestabilidad glial de su hermana, Cassian —ordenó Elara, sin mirarlo. Estaba concentrada en el monitor de Valeria, su mente ya en modo Protocolo Ícaro.
—Doctora Vance, usted no tiene la autoridad... —empezó el médico de guardia, pero Cassian, aunque inmóvil, logró murmurar:
—Hagan lo que ella diga. Es mi... consultora.
Elara ignoró la fachada. Con un movimiento rápido, tomó una ampolla de la enzima C-27 restante, el mismo compuesto que acababa de salvar al Paciente Silencioso. Sabía que no estaba autorizado para ser usado fuera del protocolo de la Junta, pero la ética había cedido ante la supervivencia.
—La inyección. Microdosis IV para estabilizar la hiperactividad Beta. Es lo único que evitará que el pulso queme su tálamo —dijo Elara, y sin esperar c