El mundo es un borrón de músculos y calor. Estoy suspendida en su hombro, mi trasero apoyado en su espalda, mi cabeza colgando mientras él camina. Joder. Superman me está cargando. Mi versión humana, caliente, y con un vaso de helado que ha sido testigo de la escena más humillante y excitante de mi vida.
—Alex... —Susurro, la risa aún burbujeando en mi pecho—. No puedo creer que el día fuera a terminar así. En una hora estará amaneciendo.
Él no contesta, solo siento el ritmo firme de sus pasos. Abre una puerta y el aire cambia. Su habitación es oscura, solo la luz plateada y fría de la madrugada que se cuela por la ventana le da un resplandor fantasmal. Me pone suavemente en la cama, boca arriba. El colchón me acoge, blando y profundo.
Alex se cierne sobre mí, su silueta es una masa imponente y deseable contra la luz de la ventana. No prende la luz, y por alguna razón, eso me da una extraña sensación de intimidad y seguridad.
Se sienta a mi lado en el borde de la cama, y me mir