La luz de la madrugada se filtraba por las persianas venecianas de la unidad de guardia, pintando rayas grises sobre los monitores y los rostros agotados de Cassian y Elara. Habían pasado las últimas tres horas sumergidos en el informe clasificado de la microficha, desentrañando la red de mentiras tejida por los Sterling.
Elara se secó los ojos, el cansancio era un peso físico, pero la rabia la mantenía despierta. —El protocolo de manipulación de síntomas… es brillante en su perversidad. El pulso electromagnético es tan sutil que imita la degeneración natural, forzando a los médicos a optar por tratamientos más lentos y menos efectivos. Retrasa la cura para maximizar la inversión de la Fundación Sterling.
Cassian estaba de pie, mirando el horizonte a través de la ventana, con las manos metidas en los bolsillos de su bata quirúrgica arrugada. Tenía la postura tensa de un depredador que finalmente ha encontrado a su presa.
—No es solo inversión, Elara. Es control institucional —dijo Cas