Logan se tocó los labios completamente confundido, el corazón le latía tan fuerte que sentía el eco de cada golpe en el pecho.
—¿Te volviste loco? —preguntó, dando un paso atrás, apartando a Nathan con un empujón—. ¿Por qué me besaste?
Su voz salió entrecortada, mezclada con rabia y un temblor que no podía controlar. Abrió la puerta del baño con brusquedad, dispuesto a irse de aquel lugar, pero Nathan fue detrás de él.
El ambiente del bar seguía igual, las luces bajas, el murmullo de la gente, la música lenta que sonaba de fondo. Pero para ellos todo había cambiado.
Nathan lo vio agarrar la chaqueta que estaba sobre la silla, se la puso de forma torpe, como si necesitara huir de sí mismo.
—Logan, espera un momento —dijo Nathan, con el tono ronco, esa voz que sonaba entre el control y el deseo contenido—. Tampoco fue algo que no estuvieses deseando también.
Logan se detuvo en seco. Giró despacio, con la mirada encendida, una mezcla de sorpresa y rabia.
—¿Es una broma, no? —replicó—. ¿Q