La terraza del hotel más lujoso de la ciudad estaba bañada por las luces cálidas de faroles modernos, mientras una brisa ligera levantaba las cortinas blancas que delimitaban el espacio. Desde allí, la vista era privilegiada: la ciudad vibraba bajo ellos como un mar de luces y movimiento. El ambiente era íntimo, exclusivo, diseñado para reuniones privadas donde solo los nombres más pesados del negocio podían sentarse a hablar sin interrupciones.
Kai Nakamura, impecablemente vestido en un traje oscuro que resaltaba el brillo de su cabello negro y sus tatuajes discretos que asomaban por el cuello de su camisa, exhaló una bocanada de humo. El cigarro descansaba con natural elegancia entre sus dedos, y su mirada rasgada, profunda y penetrante, parecía abarcarlo todo con una calma intimidante.
—Debo decir que estoy sorprendido, señor Force —comentó, dejando escapar el humo con una tranquilidad estudiada—. No pensé que iba a llamarme tan pronto.
Nathan estaba sentado frente a él, tamborilea