DALTON
Yo, Dalton Keeland, CEO de una de las empresas tecnológicas más importantes del continente, estaba leyendo el cuaderno de una asistente que, hasta hace un mes, habría despedido solo por respirar demasiado fuerte cerca de mi café. Y debo admitir que nunca, nadie, en toda mi brillante vida, había puesto en cuestionamiento mi hombría.
Pero Lía Monclova no era una asistente cualquiera. Y eso quedó claro desde el momento en que vi su letra torcida, su forma de anotar como si estuviera diseccionando el universo, y la joya suprema escrita en tinta negra.
“Dalton Keeland = jefe capullo más guapo del universo.
Nota mental: no volver a acostarse con hombres que podrían despedirte. Más si no recuerdas si tuviste un org**smo celestial o si era bueno en la cama.
Tal vez era tan malo en la cama que por eso no recuerdo nada.”
Mi garganta se secó. Mis dedos apretaron el cuaderno. No, cielo, yo era El Rey, El Destroza camas, El pu**to Gurú del se**xo. . . Eso me decía a mí mismo porque la verdad