LÍA
Me puse la última capa de labial rojo frente al espejo iluminado y respiré hondo. La plática con Thalia y Nicole había resultado un tanto escandalosa, pero definitivamente era algo que necesitaba en mi vida a falta de oportunidades que mi papá me había cerrado.
Un novio rico.
— Es hoy o nunca, Lía Monclova —. Me dije a mí misma, echándome una última mirada en el espejo. Cuerpo listo. Cejas afiladas. Pechos bien posicionados. Piernas como armas de seducción masiva. Lista para el show y tal vez para cazar a un millonario funcional que no use calcetines con sandalias.
Me asomé con disimulo entre las cortinas negras, buscando con la mirada.
— A ver, ¿algún candidato? ¿Un sugar en potencia? ¿Un magnate solitario con crisis existencial?
Pero no vi a nadie. Ni un solo rostro que destacara entre el montón. Solo hombres con traje y copa en mano, hablando entre sí o mirando sus teléfonos como si estuvieran en una subasta aburrida. Nada que me hiciera pensar “ese podría invitarme a cenar a Pa