DALTON
El día transcurrió como cualquier otro para quienes me rodeaban. En la oficina, me aseguré de reforzar mi papel de jefe insufrible. Una orden lanzada con desdén aquí, un comentario cortante allá; la rutina perfecta para que nadie sospechara lo que realmente estaba sucediendo detrás de mi fachada. Cuanto más hostil era, más convencidos quedaban de que estaba sumido en mi propio infierno personal. La excusa perfecta.
En realidad, la fachada me permitía ganar tiempo, y para que John Douglas se tragara el cuento de que estaba pasando un muy mal momento, porque estaba seguro que me estaba vigilando. Todo tenía que salir perfecto. Como no me podía fiar de nadie, tuve que recurrir a una persona externa. Otro de mis grandes amigos con quien hice una cita para la tarde de ese día. Tendría que ir con cuidado.
Mientras fingía revisar reportes y despedazaba a mi equipo con críticas, estaba moviendo hilos invisibles, asegurándome de que mis hombres de confianza cumplieran con cada instrucci