DALTON
El nombre “Jonathan Monclova” seguía parpadeando en la agenda electrónica como una amenaza silenciosa. El corazón de Lía latía tan fuerte que temí que se escuchara hasta en el pasillo. Sus ojos, enormes y vidriosos, buscaron los míos. Era la primera vez que veía realmente el miedo reflejado en ella.
— Dalton, tengo que ocultarme. Por favor. . .—Susurró, con la voz rota, temblando—. No quiero ir con él, no quiero ese compromiso. . .
Le di un leve asentimiento y le acuné el rostro para calmar sus nervios. No había tiempo para dudas. Tomé su mano y la llevé al baño privado de la oficina, justo al fondo, donde nadie podía verla ni oírla. Cerré la puerta, le acaricié el rostro.
— Tú estás conmigo —. Le sonreí, a pesar de la adversidad—. No hagas ruido, amor. Pase lo que pase, yo me encargo —. Le prometí en un susurro apretado de urgencia.
Se quedó quieta, viendo hacia la puerta, le di un beso en la frente. Ella me dio un apretón de manos y me abrazó fuerte antes de que yo saliera. Le