DALTON
Lía entrecerró los ojos. Sentí el momento exacto en el que su lengua afilada se desenvainaba como katana japonesa. Y yo, como idiota que soy, la provoqué, pero es que no podía evitarlo, me estaba volviendo loco su frialdad. Extrañaba a la chica sarcástica de lengua viperina y una coquetería excesiva.
— ¿Perdón? —Su voz era baja, peligrosamente controlada— ¿“Fui”? O sea que sí hay una “una”, solo que yo no tenía el rango oficial ¿Es eso? —Alzó las cejas con cara de púdrete Dalton.
— No, no quise decirlo así —. Me apresuré a decir, pero era como tratar de apagar un incendio con perfume.
— Mira, Dalton —. Jod**er, fue la primera vez que pronunció mi nombre, y lo dijo con ese tono que usan las mujeres cuando te están por clavar una lanza emocional en el pecho—. Yo no sé qué pasó esa noche, ni quiero saberlo. Porque si te soy honesta, prefiero pensar que fue un delirio mío a creer que casi me acuesto con un hombre comprometido, con una mujer que habla de bodas como si fuera una trans