LÍA
El penthouse estaba convertido en una especie de centro de operaciones improvisado. Las tías hablaban todas al mismo tiempo, los celulares vibraban sobre la mesa de centro como si fueran tambores marcando un ritmo frenético, y yo apenas podía procesar todo lo que se estaba armando frente a mí. Cada llamada era un recuerdo desenterrado, cada voz del otro lado del teléfono traía pedazos de un pasado que hasta ahora había permanecido enterrado bajo capas de silencio.
Sin embargo, yo lo único que veía era a una Amanda consternada por la pregunta que le hice. Tal vez no debí hacerla y dejar que ella siguiera relatando porque se trataba de su hermana y el dolor de haberla perdido se veía a simple vista.
— Sí —. Amanada me vio con los ojos humedecidos por el dolor de la afirmación—. Y no voy a dejar que nada te pase. No mereces el destino de mi hermana, y eres demasiado importante para mi hijo. Así que vamos a rezarle a todos los santos, y vamos a arrancarle los huevos.
Sonreí con compli