LÍA
Deslicé mis manos sobre el barandal mientras bajaba las escaleras. Cada peldaño resonaba como la cuenta regresiva de un gan espectáculo. El vestido blanco arrastraba un murmullo de seda, y mis tacones repicaban con la cadencia de un ejército en marcha. Y entonces lo vi. John Douglas estaba en el vestíbulo, de pie, esperándome. Su sonrisa era la de un hombre que cree que ya ganó antes de empezar.
La seguridad en su porte era tan repulsiva como magnética, y lo odié por ello. Me detuve unos segundos, clavé mis ojos en los suyos y ladeé apenas la cabeza, como si le concediera un gesto coqueto. Él alzó la copa de vino en mi dirección, convencido de su triunfo. Yo sonreí. Una sonrisa suave, inocente, la máscara perfecta para la trampa que acababa de tenderse.
— Buenas noches, John —. Lo saludé con cierta emoción fingida.
— Estás muy guapa, Lía. Buenas noches —. Me ofreció el brazo y tuve que aceptarlo en contra de mi voluntad.
Vi que los puños de Lucas se cerraron, en un instinto de quer