DALTON
Las palabras de Lía en mi cabeza me estaban resonando en mi cabeza como los ecos de las campanas de alguna iglesia.
— Recepción tiene en la entrada a la señorita Vivianne Sinclair, y está exigiendo verlo. Dice que es su prometida —. No creí que mi mamá llegaría tan lejos. No de esta manera en la que dejara que Vivianne se presentara a mi oficina como si lo del compromiso fuera un hecho.
Yo no había aceptado nada como para que esta mujer se presentara como si ya se fuera a casar conmigo. Me había quedado como una piedra, como si alguien hubiera apagado la luz en mi cabeza. Esa palabra “prometida” me cayó encima como un ladrillo con moño de oro. Cerré los ojos, conté hasta tres y respiré hondo, tratando de no soltar una maldición por el interfono.
— Dile que ya bajo.
No esperé respuesta. Me puse la chaqueta del traje como quien se pone una armadura y salí de la oficina con el estómago apretado.
La recepción olía a perfume caro y tensión maquillada, y ahí estaba ella. Vivianne Sinc